Mercedes Benz Ed_67

47 En esta misma línea, la sala es un anfiteatro ambientado con música gregoriana durante 18 horas al día, luz tenue y una temperatura fresca (14º y 70% de humedad), pero que se hace adecuada para el reposo y la contemplación de 560 barricas de roble francés con capacidad para 225 litros cada una, donde se envejecen los vinos Purple Angel, Montes Folly, Montes Alpha M y Taita, el súper ícono de la viña. La música lo inunda todo y transmite un relajo total. “Pro- voca vibraciones en los líquidos y el canto gregoriano hace que esta sea pequeña y armónica al interior del barril, lo que genera que la estructura molecular del vino vaya cambiando”, comenta la guía. Y vaya que se obtienen buenos resultados: en la degus- tación final, cada uno de los tres vinos gatillan un festival de sensaciones en boca. DORMIR EN BARRICAS ¿Dormir en barricas de vino antiguas? La propuesta de Cava Colchagua, ubicado a tres kilómetros de Santa Cruz, es única en el turismo de viñas y un gran final para nuestra jornada. Los hermanos Francisco y Patricia Ravanal decidieron reciclar ba- rricas de roble entre 40.000 y 45.000 litros de más de cien años, que provienen –al menos cinco de las 19 que conforman todo el complejo– de la viña que tenía Teodoro Ravanal, su abuelo. Desde septiembre de 2014, este hotel boutique se ha transfor- mado en un lugar tranquilo que entrega un completo descanso viñatero, después de una jornada cargada de sensaciones. Con dos pisos y camas tipo queen, la rusticidad de las paredes de madera de cada habitación se complementa con materiales de excelente calidad y todas las comodidades de un hotel de primera línea. El atardecer tiñe las fachadas de las tinajas de un rojo inten- so. La gente se tiende en las reposeras alrededor de la piscina, mientras se abren las botellas de vino. Algunos deciden ir a ca- minar al sector de la laguna de este recinto de cinco hectáreas y otros van a relajarse a una de las cinco tinas de maderas, ubi- cadas entre las parras. Es un buen momento para degustar un Reserva Carmenere de la viña de la casa -la Viña Ravanal- u otro mosto de la zona y optar por un sándwich de pan amasado o alguna de las cinco variedades de tablas, en las que se buscan rescatar productos locales. “En Cava Colchagua entregamos una experiencia destinada a un turista que quizás ya tiene un recorrido por hoteles más tra- dicionales. A eso le sumamos una asesoría en la cual, durante el proceso de check-in, indagamos cuáles son sus expectativas: qué quiere conocer, qué quiere hacer y qué tipo de comida le gusta. El huésped no se tiene que ir solamente con la experiencia del hotel, sino del Valle de Colchagua”, explica Patricia Ravanal. Para terminar la jornada, acudimos a la sala de masajes. Unas manos mágicas realizan una progresión armónica de 45 minu- tos. Es el momento del relajo máximo y de no pensar en maña- na: Cava Colchagua se preocupa del resto.

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