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EL VIAJE QUE

CAMBIÓ ELMUNDO

Un día Bertha Benz decidió tomar sin permiso el auto de su marido Karl. No quería

sólo salir a dar una vuelta, sino recorrer decenas de kilómetros para visitar a su madre.

El problema es que se trataba de 1888, los automóviles tenían apenas un par de

años desde que se habían inventado y nadie en el mundo había andado en ellos más

que algunas decenas de metros. Fueron, probablemente, los 194 kilómetros más

importantes de la historia del automovilismo.

130 AÑOS DEL MOTORWAGEN

L

a historia de Mercedes-Benz

depende, en buena parte, de

una mujer. Porque si bien la

idea y el desarrollo de un “ve-

hículo sin caballos” pertenece

a Karl Benz, con la construc-

ción del Benz-Patent Motorwagen, lo

cierto es que no lo podría haber logrado

sin Bertha Ringer, su señora.

Ella no sólo ayudó a financiar la in-

vestigación y el proceso para obtener

el que es considerado como el primer

automóvil de la historia en 1886 (no fi-

gura en la patente, porque las leyes de

la época se lo impedían a una mujer),

sino que colaboró fuertemente para

hacerlo famoso.

El vehículo era el primero en su tipo

con propulsión a motor y que no depen-

día de caballos o de una caldera. Alcan-

zaba la velocidad máxima de 16 kilóme-

tros por hora (menos de lo que corre en

promedio un maratonista de élite) y, aun-

que era un objeto de la más alta tecno-

logía, a fines del siglo XIX no pasaba de

ser un juguete muy caro para unos pocos,

debido a que se usaba para recorrer cor-

tas distancias y precisaba de asistencia

técnica. Para 1888 sólo se habían vendido

dos unidades y Karl Benz estaba preocu-

pado: el negocio no funcionaba.

Fue ahí donde a Bertha se le ocurrió

realizar el primer viaje largo en auto-

móvil y, por así decirlo, inventar el mar-

keting automovilístico. Recorrería 106

kilómetros entre Mannheim, ciudad

donde residían los Benz en el sureste

de Alemania, y Pforzheim, donde vivía

su madre. Partiría al amanecer del 5 de

agosto de 1888 con sus dos hijos varones

de 13 y 15 años. En el trayecto todos po-

drían apreciar esa maravilla tecnológica

–un gran triciclo a motor– y por primera

vez verían las bondades de movilizarse

por tierra –fuera de un tren– sin aguan-

tar ni el comportamiento ni las costum-

bres de los caballos.

El vehículo partió sin inconvenientes.

Bertha le dejó una nota a su marido, co-

municándole que iría a ver a su madre,

sin mencionar que utilizaría el nuevo

invento. Aunque lo que quizás no cal-

culó es que debía andar por un camino

rural, apenas transitable para caballos y

carretas, a una velocidad de 15 kilóme-

tros por hora. Es decir, tardaría al menos

7 horas de viaje sin detenerse nunca en

llegar a su destino.

UN TODOTERRENO

Como sucede hasta hoy: una cosa es

que a uno lo lleven y otra es tomar las

riendas del asunto. Fue lo que le sucedió

POR JORGE VELASCO ||| FOTOS DAIMLER