Mercedes Benz Ed_67

19 A ire puro. Cuestas pro- nunciadas con sus valles. El mar que se cuela por todos lados. Pastos al- tos que ondean al viento aterciopelando el terreno. Lluvia sor- presiva. El sol que enciende los campos de verde fosforescente. La marea que sube y baja cada seis horas. Casas colo- ridas con tejuelas de madera, los años reflejados en sus vetas. Puertas en la planta alta para que salgan los brujos. Iglesias de madera a escala humana, Pa- trimonio de la Humanidad y huellas de la convivencia colonial. Papas y ajos fa- mosos. Coloridas embarcaciones acos- tadas sobre la arena en las bajantes. Mercados en los que no hace mucho persistía el trueque. Gente mayor que sigue viviendo del producto de la tierra y del mar. Chilotes cuidadosos del me- dio ambiente. Esas son algunas de las postales que quedan en la mente luego de dejar atrás Chiloé, un archipiélago de 9.181 kilómetros cuadrados. Dicen que es la tierra de todos los cli- mas. Uno nunca sabe si lloverá o saldrá el sol. De hecho, es algo que puede suceder varias veces en unmismo día. Hay mucha humedad y eso hace que la vegetación sea muy verde y generosa. Mucho campo, poca urbanización. En los pueblos, abun- dan las rosas en los jardines y las flores autóctonas de vivos colores. Aquí persisten algunos mitos en los que mucha gente cree, como el Caleu- che, que es el barco que lleva música y luz a gran velocidad a los sombríos canales chilotes, y el Trauco, un ser que habita los bosques y que deja em- barazadas a las mujeres. Asimismo, los brujos, machis, chamanes o curande- ros como se les llama en esta parte del mundo, han estado siempre mezclados con la cultura católica. ARQUITECTURA ESPECIAL Todas las construcciones chilotas es- tán hechas de madera y en cada una de ellas pervive el paso del tiempo. Los esti- los arquitectónicos de los colonizadores se entremezclaron armónicamente con las influencias aborígenes, lo que dio como resultado un estilo único. El barro- co, el neoclásico e incluso el neogótico fueron tendencias que se adaptaron a la madera chilota y también a las condicio- nes del clima. Son muy típicas del lugar las tejuelas que revisten las paredes y te- chos de las casas, las iglesias y hasta los panteones de los pequeños cementerios. Están hechas de la roja madera de los alerces, hoy especie protegida. Las igle- sias, según la UNESCO, son un ejemplo único en América de una extraordinaria arquitectura religiosa en madera. Dieci- séis de ellas han sido declaradas Patri- monio de la Humanidad. Otro rasgo muy típico de Chiloé son los palafitos. Los primeros datan de fines del siglo XIX. Eran residencias, lugares de hospedaje y almacenes edificados du- rante el auge maderero. A mediados del siglo XX, hubo una gran plaga que afectó uno de los principales cultivos de la isla, la papa, con lo cual se produjo una gran emigración de campesinos a la ciudad. Estos campesinos se apropiaron de te- rrenos a orillas del mar e hicieron estas construcciones elevadas para protegerse del movimiento de las mareas. Aquí po- dían pescar y buscar mariscos cuando ba- jaba la marea y, al mismo tiempo, tener un pedacito de tierra donde cultivar. Toda la vida de las islas gira en torno a las actividades de tierra y mar. Hasta no hace mucho, la economía doméstica se movía con base en el trueque. La gente llevaba al mercado su pequeña produc- ción, las artesanías que elaboraban en sus casas –cestos, cuencos de madera o de piedra, alfombras de lana, buzos de lana, cucharas, entre otras cosas– y las intercambiaban. Al día de hoy, si uno va a uno de esos mercados, puede ver a los campesinos, lamayoría gentemayor, con sus puestos variopintos, con un poquito de esto y un poquito de aquello, de su producción personal. Lo que no les da la tierra, se los da el mar. Y si no, está el mercado. Muchas veces vienen de lejos para traer su producción y su pesca. DICEN QUE ES LA TIERRA DE TODOS LOS CLIMAS. UNO NUNCA SABE SI LLOVERÁ O SALDRÁ EL SOL. DE HECHO, ES ALGO QUE PUEDE SUCEDER VARIAS VECES EN UN MISMO DÍA.

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