Mercedes Benz Edición 68

7 El 5 de agosto de 1888 Bertha Benz decidiómane- jar la tercera versión del Benz Patent-Motorwagen, considerado como el primer automóvil de la his- toria. Se trasladó, en compañía de sus hijos, desde Mannheim a Pforzheim para visitar a su madre, recorriendo una distancia aproximada de 100 kiló- metros a una velocidad de 16 km/h, transformán- dose así en la primera persona en efectuar un tra- yecto largo empleando este medio de transporte. El modelo obligaba a los pasajeros a permane- cer a la intemperie, pues todavía no se incorpo- raban la capota y el parabrisas. ¿Cómo vistieron Bertha y los adolescentes Eugen y Richard en aquellas circunstancias? Existen escasos regis- tros fotográficos, pero en una de las imágenes que ha persistido se ve que la mujer llevaba el clásico conjunto conocido como traje de paseo, integrado por una voluminosa falda provista de plisados en el ruedo, una pequeña cola y adornos de colores contrastantes, y una chaqueta que re- plicaba los mismos detalles decorativos donde destacaban, además, ramilletes de flores empla- zados en los puños de las mangas. Salvo el velo transparente que cubría un pe- queño sombrero protegiendo la cabellera, nada indica el empleo de ropa especializada. Los niños lucieron trajes de tweed acompañados de gorras o boinas. Es posible que, tratándose de una ex- periencia inédita, la señora Benz no evaluara la necesidad de usar una indumentaria asociada a tamaña aventura. En los albores del siglo XX, el panorama era otro. El primer automóvil moderno, el Mercedes 35 CV, fue presentado con gran éxito en 1901, en la Semana de Niza. Si bien fueron escasas las muje- res que lo condujeron, muchas participaron como acompañantes. Utilizaron largos y acampanados abrigos de algodón beige con mangas muy am- plias, recogidas en los puños, llamados guarda- polvos o cotonas. Los gigantescos sombreros en boga fueron cubiertos con un echarpe de museli- na de seda. Los hombres llevaban sobretodos de piel o lana escocesa, gorras con visera de idéntico material, guantes de cuero y anteojos similares a los usados hoy para practicar natación. Concebidas exclusivamente como envolturas, las ropas para andar en automóvil cambiaron al ritmo de la moda. Hacia 1910, el guardapolvos femenino devino en un elegante abrigo recto de lino o lana, con adornos de cordoncillo y botones forrados. Se usaba sobre vestimenta mucho más cómoda que la de antaño: una falda tableada en colores neutros, una blusa a rayas y ocasional- mente una chaqueta de estilo masculino. La ca- pucha que complementaba el conjunto aportaba el toque excéntrico. Confeccionada en seda blan- ca y tul, cubría por completo la cabeza. Se ajus- taba mediante un cordón ubicado a la altura del cuello. Una visera de mica transparente resguar- daba la zona de los ojos. Después de un tiempo, el sobretodo se acortó, lo que otorgó mayor movilidad a conductores y conductoras. Las gorras devinieron en casquetes pegados a la cabeza que cubrían nuca y orejas, y las gafas adoptaron la forma de antiparras. Bajo el abrigo, los varones vestían conjuntos de tweed compuestos por un pantalón de golf y una chaqueta americana, un llamativo suéter dibujado, a tono con calcetines, camisa, corbata y zapatos Oxford. Las mujeres incorporaron los trajes con pantalón. Desde mediados de los años 20, los aerodiná- micos mamelucos de mecánico homologaban la apariencia de cada equipo en competencia. La in- dumentaria tendía a tecnificarse en la medida en que el automovilismo comenzaba a ser valorado como deporte. Por otra parte, la vestimenta de uso cotidiano, muy distinta a la anterior, siguió experimentando sucesivos procesos de moderni- zación y fue cada vez más adecuada para manejar. Con el correr de las décadas, ambas industrias se expandieron. A partir de los años ‘60, el deseo de novedad conectó de manera inédita, al mar- gen de la funcionalidad, a ropas y automóviles. Es una relación que todavía vincula a estas dos ex- presiones relevantes del diseño contemporáneo. ROPA Y AUTOMÓVILES AL RITMO DE LA MODA POR :: PÍA MONTALVA Diseñadora, magister en Historia y doctora en Estudios Latinoamericanos. Se desempeña como curadora del Mercedes-Benz Fashion Week Chile y columnista de revista Paula. Es autora de los libros Apuntes para un diccionario de la moda y Morir un poco. Moda y sociedad en Chile 1960-1976. ILUSTRACIÓN :: MATHIAS SEINFIELD La aparición del automóvil generó efectos insospechados en la vida cotidiana de las personas, al modificar incluso las formas de vestir de quienes los conducían. COLUMNA

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